lunes, 8 de septiembre de 2008

El tren gris

por Fernando I. Chover (Revista Cultural Contrastes, Valencia, España. Año 2001)

Diego Manuel es pintor por vocación y errante por circunstancia, recorre el trayecto de Buenos Aires a ciudad de La Plata.

Viaja en un tren de ilusiones y desesperanza, de luz y oscuridad. Un escenario dónde múltiples protagonistas le regalan sus historias, confirmando que no hay mejor narración que la vida, ni mejor vida, para un creador, que la narración.

Suben los pasajeros de las 5.30 a.m., los silbatos y la luz son los primeros actores, marcando el comienzo que todo viaje debe tener.

Diego, mantiene un discreto mutismo, casi sin respirar, deleitándose en la contemplación de tan sorprendente normalidad. Un vagón gris, setenta asientos grises y doce personas grises. Quizá, el reluciente vagón que fue no resistió más la indiferencia de la gente que ya pasó, muriendo así poco a poco, pues sólo los ramales que rinden económicamente funcionan en una Argentina que se va atomizando. Aunque, bien pensado, que sería de este país sin el triste y bravo infortunio que susurran los tangos, transformando el dolor en múltiples y variados sentidos, en ilimitados e indefinidos colores. Colores que cambian a medida que nos adentramos en los suburbios.

Dentro, por el pasillo central, cruzan unos pedigüeños ancianos vendiendo libros que eseñan cómo ganar dinero, aunque, paradójicamente, el único modo de ganar dinero con esos libros es vendiéndolos. Estos veteranos parecen formar parte del tren, completando la galería de personajes perfectamente estudiados, con sus uniformes, sus colores, sus formas y sus distintos significados dentro de ese complejo equilibrio que es la vida. Un viaje incierto en el que cada persona asume un papel. Nuestro pintor, confirmando la teoría de Matew Donald, por la que una persona con un martillo en la mano transforma diversos objetos en clavos, proyecta su sensibilidad infantil, para redibujar y colorear ese tren gris, con sus personajes grises.

En su libreta hace apuntes, y va transformando la indefinición de la forma del vagón en un deformado cubo, los incómodos asientos y las ventanillas se convierten en geométricos arabescos. Pero ese cruce de lineas transversales, diagonales y paralelas, conforma un anárquico orden, sólo roto por las manchas, las criaturas.

Personas que despiertan dentro del bosque mágico que el artista imagina; la maternal liebre cuida de su bebé, mientras el arisco roedor lee el periódico, molesto por los jóvenes pajarillos que revolotean por el pasillo. Un bestiario que rezuma humanidad y que ofrece a los ojos del artista una vivencia cercana y concreta.

El paisaje recrea variadas escenografías que enfatizan la crudeza de la realidad circundante. El puente de hierro, la casa del arroyo, la fábrica destartalada... Otros mundos, que pertenecen al tren, del mismo modo que el tren pertenece a éstos. Temerarios muchachos que esperan el paso del tren para recuperar aquello que el destino les arrebató y con lo que conseguirán alimentarse, calentarse o trapichear, dependiendo de la carga. Los jóvenes enamorados sellan su amor uniendo dos monedas con el paso del tren. Una inquieta adolescente mira pasar los vagones cargados de oportunidades que nunca encontrará si permanece en esa ventana. El traqueteo marca el paso del tiempo, a los habitantes de la Boca y San Telmo, antiguas casas de criollos adinerados que se convirtieron en conventos para inmigrantes españoles e italianos en 1900, y que ahora alberga a los nuevos inmigrantes, de Europa Oriental y Asia. Un horizonte de grúas y nuevas construcciones anuncian más desigualdades de un "progreso" entorno a la vía.

Cada cuadro y cada trayecto son abordados por el pintor como una metáfora de la vida, con la certeza de un comienzo y un final, pero ignorando cómo transcurrirá el trayecto. Así es la pintura de Diego Manuel, evolutiva, cargada de alegre melancolía, colorista y testigo de excepción de un país, una ciudad, un tren, una persona y su imaginación; porque el auténtico viaje, afirma Diego, transcurre en nuestro interior.

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